Ante cada pedido de un libro, en su cerebro se disparan los algoritmos necesarios para dar con la solución adecuada.
Su cálculo clienteril está compuesto de datos tan fundamentales como los siguientes:
- grado de dificultad en formular la pregunta
- mirada perdida
- vaguedad en los gestos de la mano
- desorientación al entrar a la librería
- tono de la voz
A los ojos de un simple mortal, estas operaciones parecen sencillamente magia.
-Busco un libro de un ensayista japonés. Algo así como Besos en la noche.
-¿Ensayista o novelista?
-¿Por qué? ¿Cuál me decís?
-Murakami, fíjese en la mesa de allá.
(Al rato vuelve con Tokio Blues en la mano).
-¿Era ese?
-Sí. ¿Te dije cualquiera, no? Je je je.