Quizás la culpa de todo la tenga el alma perversa que inventó el oscuro, interminable, obsceno juego: "ni sí ni no, ni blanco ni negro".
Una abominación que, en una de sus variantes, nos invitaba a entrar a un negocio sin que pudiéramos pronunciar las palabras que necesitábamos para precisar lo que queríamos.
-Hola... ¿Tenés un libro nuevo de una editorial rara que en provincia no se consigue?